La catequesis prematrimonial: ¿formalismo o verdadera preparación al matrimonio?
Por: Diácono Permanente José Guillermo Castro Londoño, Notario Judicial Eclesiástico
En los dos últimos artículos publicados por el Tribunal Eclesiástico, nos hemos referido a la necesidad de una preparación remota, próxima e inmediata para desarrollar el proyecto del matrimonio sacramental
Si bien ya dijimos que, frente a la preparación remota y próxima, la Iglesia se ha visto abocada a replantear el acompañamiento que da a los jóvenes y adultos que han entablado una relación con miras al matrimonio y ofrecer los diversos recursos pastorales que hagan madurar el amor que se tienen, es quizás la preparación inmediata igual o más importante que las anteriores. La llamada “catequesis prematrimonial”, junto con el expediente matrimonial, al que popularmente se le ha llamado “ir a rezar” (lo abordaremos en un futuro artículo), debe ser visto como el “examen final”, que permita evaluar qué tan madura ha sido esa relación de noviazgo y qué tan reflexiva ha sido esa decisión de casarse.
Hay que reconocer que algunas parroquias cuentan con un programa bien estructurado y un buen equipo de colaboradores para dictar la catequesis, ajustándose a los lineamientos de la Pastoral Familiar de la diócesis, pero, lamentablemente, también hay que decir que, en muchos otros casos, la catequesis prematrimonial se ha convertido en un formalismo a la manera de lista de chequeo para acceder al Sacramento. Por un lado, muchas parejas descalifican la catequesis antes de realizarlo, argumentando que no tienen nada que aprenderle a “un cura” que no ha vivido el matrimonio y no sabe criar hijos. Por otro lado, no pocas veces se ha visto la complicidad de sacerdotes de eximir la catequesis, a familiares o amigos, con la errónea idea de “hacerles un favor” o promoviendo catequesis exprés para que “salgan rápido de eso”.
No son pocos los casos de parejas que, ante el fracaso de su matrimonio, se acercan al Tribunal Eclesiástico pidiendo la nulidad y, cuando se analiza su escrito, se puede apreciar la inmadurez con que tomaron la decisión o la ignorancia acerca de las propiedades y fines del matrimonio y terminan reconociendo, cuando se les pregunta por qué decidieron casarse, que lo hicieron porque estaban muy enamorados, o porque había un embarazo de por medio, o, quizás, porque alguno de los dos vio la oportunidad de escapar de una situación traumática en su casa. En fin, un sinnúmero de circunstancias que, si se hubieran detectado a tiempo, hubiera evitado el fracaso.
Con respecto a las parejas que quieren casarse, el papa Francisco ha manifestado que, “antes de recibir el Sacramento del Matrimonio se necesita una preparación esmerada, diría un ‘catecumenado’, porque se juega toda la vida en el amor, y con el amor no se juega”. Añade que no se puede definir la preparación al matrimonio con tres o cuatro conferencias dadas en la parroquia y que “la responsabilidad de quien hace esto cae sobre él: sobre el párroco que permite cosas así”. Exhorta a una preparación “madura” y que para ello se necesita tiempo.
Cuando se hace referencia al tiempo la catequesis, no pocas personas “pegan el grito en el cielo” y dicen que, si con catequesis cortas la gente no asiste o no se casa, haciéndolos más largos, menos. Aquí finalizo, extendiendo una invitación respetuosa desde el Tribunal Eclesiástico a tomar con mayor responsabilidad el tema de las catequesis prematrimoniales, bajo la premisa que es más aconsejable desde el punto de vista pastoral, que baje la tasa de matrimonios a que suba la tasa de fracasos que, en últimas, dejan profundas laceraciones en las parejas y en los hijos que los padecen.